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La diferencia entre lo que crees que es la propuesta de valor de una marca y lo que realmente debe ser.

La propuesta de valor de una marca no es lo que crees que es correcto, sino lo que resuelve verdaderamente las necesidades de tus clientes. Para crear una conexión auténtica, es esencial validarla externamente y reflejarla consistentemente en tu comunicación.
Propuesta de valor de una marca

¿Estás segura/o que tu propuesta de valor es la correcta?

Imagina que acabas de lanzar tu negocio y estás lleno de entusiasmo. Tienes un mensaje claro sobre lo que ofreces y sientes que estás listo para conquistar el mercado. Pero, cuando tus clientes potenciales ven tu propuesta, no reaccionan como esperabas. Esa seguridad con la que hablas de tu marca, ese valor que tú crees que es tan evidente, no logra conectarse con lo que realmente ellos necesitan.

¿Qué ha fallado? Puede que lo que tú crees que es tu propuesta de valor y lo que realmente debe ser no estén alineados.

Aquí es donde muchas marcas tropiezan. La propuesta de valor de una marca no es solo lo que piensas que debes decir; es la promesa que realmente resuelve el problema de tu cliente. A veces, lo que parece claro desde adentro de una empresa no es lo que se percibe desde afuera. Esta diferencia puede hacer que pierdas oportunidades, simplemente porque lo que crees que es correcto no está alineado con lo que realmente importa.

¿Qué es realmente una propuesta de valor?

La propuesta de valor de una marca es más que una frase bien construida o un eslogan. Es la esencia de lo que una marca promete a sus clientes: la razón por la cual deberían elegirte sobre la competencia. Sin embargo, la confusión aparece cuando se piensa que lo que uno cree que es su propuesta de valor automáticamente será lo que los clientes perciben. Aquí es donde muchos caen en la trampa de construir algo basado en su propia perspectiva, olvidando la visión del cliente.

La trampa de lo que tú crees que es tu propuesta de valor

Al empezar una marca o negocio, es normal tener una visión clara de lo que quieres ofrecer. Estás convencido de que tu propuesta es sólida y, lo más importante, que está alineada con las expectativas de tu público. Pero, ¿has verificado si esa percepción es correcta? Muchos profesionales cometen el error de asumir que sus valores y creencias coinciden automáticamente con las necesidades de sus clientes.

En este punto, es fácil caer en la complacencia. Crees que conoces tu mercado, crees que sabes qué les importa a tus clientes. Así, creas un mensaje en torno a esa confianza. El problema es que esta propuesta puede estar completamente desconectada de la realidad. La verdadera propuesta de valor no se construye solo desde tu perspectiva, sino que nace de una comprensión profunda de tu audiencia y sus problemas.

El riesgo de no validar tu propuesta de valor.

Cuando basas tu propuesta de valor solo en lo que crees, corres el riesgo de desconectar emocionalmente con tu audiencia. Un ejemplo muy común es el uso de jergas internas que solo tú o tu equipo entienden, pero que para tu cliente no significan nada. Puede sonar impresionante para ti, pero no resuelve el problema de tu cliente. ¿El resultado? Se van a la competencia, porque no ven en ti una solución real a sus necesidades.

Lo que realmente debe ser una propuesta de valor

Para que tu propuesta de valor sea efectiva, primero debes entender que no se trata de ti. Se trata de lo que el cliente percibe como valioso. Ahí es donde entra en juego la investigación y el análisis. No basta con definir lo que crees que ofreces; debes descubrir lo que tu cliente realmente necesita.

Una propuesta de valor efectiva comunica con claridad tres aspectos clave:

  1. El problema que resuelves: Tu cliente debe poder identificar su problema o necesidad en tu propuesta.
  2. La solución que ofreces: No solo lo que haces, sino cómo lo haces de manera única. Esto es lo que te diferencia.
  3. El beneficio que obtiene el cliente: El valor tangible o emocional que tu cliente recibe al elegirte a ti sobre otros.

Pregúntate si estás hablando de tu cliente o de ti.

La forma más sencilla de saber si tu propuesta de valor está centrada en ti o en tu cliente es preguntarte: ¿Estoy hablando de mí o de lo que mi cliente necesita? Muchas veces, los profesionales caen en la tentación de hablar solo de lo grandioso que es su producto o servicio, sin mencionar en qué beneficia al cliente. Una propuesta de valor que no se enfoca en el cliente, es una propuesta de valor vacía.

Cómo lograr una propuesta de valor alineada con las necesidades del cliente

El primer paso para desarrollar una propuesta de valor sólida es dejar de suponer que conoces a tus clientes. Debes ir más allá de las ideas preconcebidas y empezar a hacer preguntas reales. ¿Qué les duele? ¿Qué buscan? ¿Qué les motiva a comprar?

Validación externa, el paso crucial.

Aquí es donde entra la validación externa. Habla con tus clientes, realiza encuestas, estudia el comportamiento de tu audiencia. No importa lo que tú creas, importa lo que ellos experimentan. A través de este proceso, podrás adaptar tu propuesta de valor para que sea algo más que una simple frase; será una verdadera promesa que resuene con quienes más importan: tus clientes.

Un ejemplo claro es el de las marcas que creen que su propuesta de valor se basa en la calidad de su producto. Sin embargo, para el cliente, la calidad ya es un mínimo indispensable. Lo que realmente buscan es rapidez, facilidad o incluso una experiencia emocional. Sin este entendimiento profundo, el riesgo de perder oportunidades de conexión con el cliente es alto.

Aplicar la propuesta de valor a tu comunicación de marca

Una vez que tengas clara tu propuesta de valor, tu trabajo no ha terminado. Ahora debes asegurarte de que esta se refleje en toda tu comunicación de marca. Desde tu sitio web hasta los correos electrónicos, redes sociales y las conversaciones con tus clientes, todo debe alinearse con esa promesa central.

El impacto de la propuesta de valor en tu sitio web.

Un sitio web no es solo una tarjeta de presentación digital. Es el reflejo vivo de tu propuesta de valor. Desde el diseño hasta el contenido, todo debe trabajar en conjunto para transmitir tu promesa. Si tu propuesta de valor se basa en la simplicidad y la eficiencia, pero tu sitio es complicado y confuso, estás enviando un mensaje contradictorio. Aquí, cada elemento debe estar al servicio de comunicar lo que te hace diferente y por qué el cliente debería confiar en ti.

Consistencia en todos los puntos de contacto.

No basta con tener una propuesta de valor bien definida si no es consistente en todos los puntos de contacto con el cliente (sitio web, presentaciones, correos electrónicos, atención al cliente, etc.). Un mensaje claro y uniforme genera confianza y asegura que tu cliente sabe exactamente qué esperar de ti en todo momento.